ESCRITURA TERAPÉUTICA



La Dra. Yasmine Cruz Rivera ofrecerá tres talleres de Escritura Terapéutica para los empleados de la Universidad Interamericana, Recinto Metro. Los mismos forman parte del Programa Distínguete que beneficia a empleados docentes y no docentes del Recinto. La escritura terapéutica nos brinda la posibilidad de acceder a nuestro innato potencial creativo así como a descubrir nuestras emociones y pautas de pensamiento más inconscientes. Con ello se contribuye a reducir el estrés mental, reforzar la autoestima e incluso a fortalecer el sistema inmunológico (como ha señalado James Pennebaker[1]). En definitiva, se pueden conseguir beneficios tanto a nivel psicológico como a nivel físico en general. Esta terapia estimula la capacidad de auto-indagación de la persona, un auto-psicoanálisis en el que se incrementa la comprensión hacia uno mismo, registrando y diferenciando pensamientos y sentimientos que vagaban en la psique y que, al sacarlos afuera, al escribirlos, quedan objetivados de una manera visible.
Se pueden diferenciar tres procesos en la realización de esta terapia. El primero o de pre-escritura, mediante el cual el terapeuta asesora al receptor de la terapia para encontrar los medios y las formas de desarrollar su trabajo de escritura; el segundo proceso o de escritura en sí, configura la catarsis de la terapia, donde el receptor de la terapia libera sus emociones y pensamientos en el papel; y el tercer proceso o de lectura, consiste en analizar e interpretar lo escrito. En los tres procesos señalados tienen lugar actividades terapéuticas como el ordenamiento, la identificación, el reconocimiento y regulación de emociones, sentimientos y pensamientos. Como afirma Lanza Castelli[2], encontramos funciones reflexivas y de autorregulación emocional que nos permiten, como testigos, observar los propios miedos, obsesiones, fobias, traumas, prejuicios, etc.
Se trata, por tanto, de ganar en auto-conciencia y en auto-conocimiento, de razonar lo emocional e integrar ambos procesos, esto es, de aprender a expresar lo que sentimos y a sentir correctamente (objetivamente) lo que hemos expresado.
Escribiendo en el papel experiencias traumáticas, un diario personal de auto-exploración, nuestros sueños, poemas, relatos, una carta imaginaria a un amor del pasado o la simple escritura automática e instintiva nos pueden ayudar a saber más de nosotros mismos, a cambiar patrones de pensamientos, a transformar lo negativo en positivo, a realizar nuestra creatividad e imaginación dando forma a la experiencia, entregando , en resumen, sentido ético y estético a nuestra vida.
Al igual que en el acto de hablar cuando escribimos realizamos un ejercicio cuya dirección camina desde dentro hacia fuera. De esta manera liberamos lo que llevamos dentro, efectuamos un desbloqueo emocional muy intenso ya que nos adentramos en regiones de la mente que necesitaban un lenguaje para ser manifestadas y, por consiguiente, reconocidas. Al hacer consciente lo inconsciente logramos sanarnos, lo que antes era un miedo irracional o una acción neurótica y compulsiva puede convertirse en un hecho cuyas causas quedan desveladas y así accedemos a comprender el origen latente del bloqueo.
ALGUNOS EJEMPLOS:
El escritor argentino Jorge Luis Borges escribió su magistral relato ‘Funes el memorioso’ como consecuencia de un problema de insomnio, él mismo confesó que –tras escribir ese texto- se liberó del insomnio. Utilizó la escritura como una vía de auto-terapia mediante la cual logró dar salida a las causas que producían su trastorno del sueño.
La escritora Isabel Allende cuenta que su novela ‘Paula’ le ayudó de manera crucial ante el dolor que le causó la enfermedad terminal de su hija, dice que escribir esa novela le salvó la vida. También expresó –en la presentación de su libro Paula– que frente a la muerte de su hija, lo único que le permitió no hundirse en la depresión y la tristeza fue escribir lo que le sucedía en ese momento y hablar de su vida, de su hija y de todos los dolores y emociones que vivía durante esa terrible experiencia. Ella experimentó el efecto terapéutico que produce el escribir. Asegura Allende que su escritura fue una forma de terapia y un camino para "recuperar lo que está perdido".
Dorothy Allison describe cómo su texto "Bastardo fuera de Carolina" (Bastard out of Carolina) expresa su necesidad de contar su historia de cómo ella fue abusada a los cinco años por su padrastro.
Junot Díaz, autor de " Drown", señala que escribir le permitió volcar en ella las pérdidas que vivió a causa del colonialismo, la emigración y la pobreza y el dolor por la enfermedad de su hermano.
Jay Neugeboren, en " Imagining Robert: my Brother, Madness and Survival" relata cómo la escritura lo ayudó a entender sus sentimientos en relación a la enfermedad mental de su hermano.
James Ellroy, en "My Dark Places: an L. A. Crime Memoir", dice que él se convirtió en escritor debido al asesinato de su madre.
Renée Roth-Hano's, en la novela Touch Wood: A Girlhood in Occupied France, el autor describe la magnitud de sus pérdidas siendo sobreviviente de los campos nazis.
Kenzaburo Oe, Premio Nóbel, en la novela "A Healing Family," escribe a partir de la situación traumática vivida por su familia: el nacimiento de su hijo Hikari con discapacidad.
Alice Walker, ganadora del premio Pullitzer, deviene escritora a partir de sus profundas depresiones producidas por la ceguera parcial que su hermano padece a causa de un accidente del cual sus padres la hacen culpable.
Janet Frame tuvo una infancia con violencia por parte de su padre, sufrió la muerte por ahogo de dos hermanas, y estuvo mal diagnosticada con esquizofrenia en Nueva Zelandia. Este diagnóstico la llevó a estar ocho años internada y recibir más de doscientos tratamientos de electroshock. Continuamente escribía: "Un día mandó su trabajo a un editor; este hecho le
permitió salvarse de ser sometida a una lobotomía. Ya que logra ganar el primer premio tiempos previos a esta operación" (De Salvo; 1999; p. 158).
Imre Kertész , Premio Nóbel de Literatura del año 2002 y sobreviviente de los campos nazis , dice ante la pregunta ¿Qué soy yo?, que sólo encuentra una respuesta [...] no poseo otra identidad que el escribir. La escritura nos permite tomar conciencia de que no tenemos que ver con nosotros mismos. El hombre actual tiende a olvidar" (La Nación, 2002).
También los poetas Joan Margarit, Antonio Machado, José Ángel Valente, Jorge Manrique,… utilizaron la escritura para salvarse a sí mismos de su propio sufrimiento ante la muerte de un ser querido. En definitiva, experiencias traumáticas y padecimientos que son enfrentados en el papel, comprendidos, liberados.
La escritura expresiva no sólo ayuda a los pacientes de algunas dolencias graves como el cáncer, sino que beneficia a personas con traumas psicológicos. Las palabras escritas permiten comunicarnos con los demás y también con nosotros mismos. Esta práctica alivia de alguna manera los dolores del cuerpo y cierra la cicatrices del alma.

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